![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
Acceso
Autor: Conchita Ferrando de la Lama (Jaloque)
Ilustradores: Virginia Berrocal y Laura Vazval.
Corrección: Elsa Martínez
Género: Cuento Infantil
Este cuento es propiedad de Conchita Ferrando de la Lama, y sus ilustraciones correspondientes son propiedad de Virginia Berrocal y Laura Vazval. Quedan reservados todos los derechos de autor. Publicado en Surcandoediciona Word Press
Dragüi. El dragón ilustrado
Dragüi era un cachorrito de dragón.
Habitaba en una imponente Torre medieval donde sus padres dragones defendían sus muros y fosos de invasores, asaltantes y ocupas.
La Torre estaba en medio de un cerro en el páramo castellano, tal como debe estar una torre medieval.
Drago, el padre de Dragüi había llegado allí siglos antes, atraído por una oferta de trabajo para dragones, desde una tierra lejana, cubierta de flores tropicales, perros y árboles enormes que lanzaban sangre, porque fueron antes bravos dragones.
Tenía la ilusión de ver a su cachorrito convertido en su digno sucesor.
Tan fuerte era Drago, el defensor de torres que, cuando se enfadaba, lanzaba un chorro de fuego tan grande que tenía amedrentados a todos los enemigos de alrededor y, cuando tocaba ir a guerrear, preferían desviar su camino hacia otra torre enorme cercana, llamada Central Nuclear, en la que se estrellaban sus pancartas, ballestas y torres de asalto y les zurraban de lo lindo.
Todos en la Torre medieval eran felices y vivían su papel con entusiasmo, para poner contenta a la joven “Dama del cucurucho”, que pasaba la vida en las almenas con una gran bocina megáfono, dando órdenes a todo el mundo.
Nadie le hacía caso, pero disimulaban para verla feliz.
Un día la damita decidió llenar las arcas, que estaban medio vacías, y firmó un contrato con una Editorial Medieval de Cuentos.
Ganarían muchos “doblones” dando vida a una historia que un “autor” escribiría para ellos.
La damita se puso sus mejores galas para recibir en la Torre a los “creativos” de la historia.
Se puso su largo vestido de seda con larga cola; su refajo bordado en oro; sus zapatos de tacón, y sus “calentadores” rojos de lana.
Por último, su cucurucho rosa de los días de fiesta, rematado con velos azules y amarillos.
La reunión con los “creativos” de la Editorial, en el “Salón de Armas Tomar” fue un éxito, y se sirvieron refrescos sin burbujas y sándwiches de huevo frito con chorizo y nata.
Tenían que seguir con su vida normal de siempre, pero la “puesta en escena” y algunos detalles del vestuario para las aventuras que escribiría el “autor” enviado por la Editorial, estarían a cargo de los “ilustradores”.
Lo que no habían logrado los ejércitos enemigos lo consiguieron aquellos invasores del “diseño creativo”.
Se dispersaron por toda la Torre en busca de inspiración.
Al llegar al foso descubrieron a Dragüi, jugando con los patos.
Era un hallazgo perfecto para crear al protagonista de la historia y “el autor” accedió a modificar el original para sacar más provecho de aquel cachorro gordito de dragón.
Los “ilustradores” le miraron como a un pichón en bandeja de horno, y comenzaron a discutir para ver quién de ellos creaba la ilustración para el protagonista de la historia.
Como eran tantos, propusieron que cada día uno de ellos trabajase en su diseño para el dragoncito.
Al final elegirían entre todos el mejor diseño.
A Dragüi aquello le asustó bastante y se vio como un conejillo de indias en los experimentos de los “ilustradores”, que eran seis y todos con sus ideas propias y diferentes.
¡Qué suplicio comenzó para Dragüi!
El primer día, su barriguita recibió horas de masaje para que adelgazase, y luego le metieron a presión en unas mallas de color berenjena.
Se miró en el agua del río del foso y hasta los peces se reían de él.
Por la tarde estaba molido de los ensayos.
Cuando la damita se asomó a las almenas se llevó tal susto que se le cayó el megáfono de órdenes al ver a su pequeño Dragüi con esas trazas.
Al día siguiente tocó un ilustrador clásico, y el dragoncito se vio pintado y maquillado a lo Cyrano de Bergerac, con la cara de rojo y negro y con unas espinas de metal pegadas a la espalda, para darle aspecto más terrible.
¡Qué picores en la cara y qué pinchazos en la espalda, por las espinas postizas!
La damita estaba atenta, en lo alto de las almenas, y sintió compasión del dragoncito protagonista, lleno de ronchas rojas por un ataque de alergia y mortificado por aquellas espinas tan feroces.
Le llamó y le dijo que no se preocupase, que bajaría a ayudarle.
Pero resultó que los ilustradores, en su afán de crear el mejor personaje para el dragón, olvidaron dibujar unas escaleras para bajar de la Torre.
La damita tuvo que pensar… y pensar cómo bajar desde allí hasta el foso.
Finalmente envió a sus guardabosques a coger todas las “lianas” que colgaban de los árboles y, bien atadas, las lanzó desde las almenas hasta el foso.
Para bajar, se recogió la cola de seda y la falda de brocados hasta la cintura. Subió los “calentadores” hasta la rodilla, para no rozarse con la piedra de la Torre, y metió dentro del cucurucho todos los botes de crema que encontró en su “tocador”.
Cuando llegó abajo, el dragoncito discretamente se había vuelto de espaldas, para no ver todo lo que iba enseñando la damita con las faldas remangadas.
Se dejó limpiar todo el tinte rojo y negro.
Luego la damita le embadurnó de cremas calmantes y, con unos alicates, le fue quitando las espinas de su espalda..
Antes de que amaneciera, le dio un beso en la frente para consolarle, y subió a la Torre por las lianas.
Al día siguiente llegó el “ilustrador” de turno, decidido a simbolizar en Dragüi la lucha por la igualdad de sexos, y le atavió mitad de dragón y mitad de dragona, pintando en tonos malva y arco iris todo su cuerpo.
¡Eso si que escocía su piel tan delicada!
Su depresión era tan grande que el “ilustrador”, al ver su gesto feroz, se fue de cacería y le dejó en paz.
Así fueron pasando hasta seis “ilustradores”, cada uno con sus ideas para el protagonista de aquella historia de una Torre medieval.
La damita había quedado relegada a un papel secundario en la historia, pero era mejor así, porque podía dedicar más tiempo durante la noche a bajar por las lianas, bañar al dragoncito con agua de rosas, darle unos buenos masajes relajantes, aplicarle todas sus cremas y las que consiguió “tomar prestadas” de sus damas de compañía, y dejar dormido al dragoncito totalmente descansado y sonriente.
Cuando el Director de la Editorial vio reunido todo el material, con el guión de la historia que había escrito “el autor”, y los bocetos de los “ilustradores” para el protagonista Dragüi, quedó tan satisfecho que decidió utilizar todo aquel material, sumamente creativo, de bocetos del dragoncito.
Como en la historia solo podían ir dos o tres ilustraciones, las otras las cedió para anuncios de cosméticos y ropas de diseño, y con ello aún ganaron más dinero para las arcas de la Dama del cucurucho, que se puso muy contenta al ver que podría construir también una escalera de mármol rosa para subir y bajar desde las almenas.
Todos fueron muy felices a celebrar el estreno de la historia, con toda la prensa y la “tele” dando publicidad al “evento”.
Todos…. Menos Dragüi, que se logró escapar, por si acaso, escondido en la mochila de acampada de la damita, trepando por aquellas lianas que salvaron su cuerpo de tantas pinturas y tanto “diseño”, a pesar de que, en su interior, se había dado cuenta de que, con alguna de ellas, estaba tan atractivo y tan “rompedor” como un Brad Pitt…
Al menos es lo que él oyó decir por ahí.
Jaloquecreaciones.com - All Rights Reserved
Reproductor
|
No flash player!
It looks like you don't have flash player installed. Click here to go to Macromedia download page.