---¿Vas a tomar algo tan temprano?_
Los ojos negros y chispeantes parecían interrogar como extrañados de que él, que tanta prisa había demostrado en la habitación, estuviera dispuesto a perder unos minutos desayunando en el lujoso “comedor de las mañanas” del Hotel Nacional.
Fuera, las gaviotas herían el aire con sus gritos agudos, a pesar de estar en Madrid.
_¿Tú ya desayunaste?- La voz de él era serena y sin demostración de prisa ni impaciencia.

• Ella frunció un poco los labios y sus ojos oscuros se hicieron aún más rasgados. Eso quería decir que deseaba algo más que un desayuno.
  Una seña al camarero hizo que éste se acercase de inmediato.
  “¿Desea champagne la señora?”
  La ráfaga violeta que cruzó los ojos de la joven de cabello caoba oscuro, hizo que su melena se trasladase entera a su hombro izquierdo.
  ---¿Me puede usted traer un galeón llamado Dei Gloria?-
  
  El gesto del camarero pasó en segundos a su habitual media sonrisa profesional. Estaba acostumbrado a los raros caprichos de algunos clientes.
  “No señora”-
  
  La melena caoba volvió a posarse suavemente en los hombros redondos de aquella diosa.
  ----Traiga un Martini rojo , con poco hielo y solo mezclado, sin agitar-
  
  Él se había sentado y su cabeza daba vueltas, sin saber qué pretendía aquella extraña mujer.
  Ella pareció adivinar su pensamiento.
  ----No pretendo nada. Ya sabes que no existo.-
  _¿No?. Pues parecías muy real allí arriba….. entre las sábanas de lino-
  ----Solo existe el Dei Gloria, bajo el mar, a cientos de yardas de profundidad, y no podemos perder el tiempo desayunando.
  Iremos a mi casa y te enseñaré algo que Tanger dejó escondido.-
  
  El trayecto desde el Hotel Nacional hasta la casa donde se dirigían era muy corto.
  Un Paseo amplio, con acacias en flor que perfumaban el ambiente, aunque ellos no lo notasen.
  Pasaron por delante del Ministerio de Fomento y ella dirigió su mirada hacia la cúpula, donde unos caballos alados mitológicos parecían iniciar su despegue hacia no se sabía donde…
  Cruzaron la callecita que bajaba de la Cuesta de Moyano y ,a unos metros, entraron en una casa, de portones recios con enrejado de hierro y bronce antiguo…
  Ella fue delante para indicar el camino.
  Cogieron el ascensor y ella marcó el botón del quinto piso….Su pelo caoba brillaba en la oscuridad más que al sol.
  El ladrido fuerte de un perro, tras la puerta de la casa, avisó de que aquel sitio tenía un buen guardián…
  El comenzaba a pensar que, seguramente, ella no existía en la realidad....
  
  ¿Por qué quería llevarle a su casa para enseñarle algo que tampoco existía y que había escondido Tánger, que estaba muerta y era un personaje de novela ???