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Un poema gótico de Mr Poe, con algo de "terror". Al final; qué es más temible la muerte o el infierno. Ir a los abismos marÃtimos es igual de terrible.
"LA CIUDAD EN EL MAR".
¡Mira! La muerte ha levantado su trono
en una extraña y solitaria ciudad
allá lejos en el Oeste sombrÃo,
donde el bueno y el malo y el mejor y el peor
han ido a su reposo eterno
Allà hay cúpulas y palacios y torres
(torres devoradoras de tiempo que no se estremecen)
que no se asemejan a nada que sea nuestro.
En los alrededores, olvidadas por vientos inquietos,
resignadas bajo el cielo,
reposan las aguas melancólicas.
La luz del santo cielo no desciende
a esta ciudad de la noche eterna.
Pero el brillo lÃvido del mar
proyecta silenciosas columnas,
-resplandecen los pináculos por todas partes-
Cúpulas-agujas, salones reales,
pórticos, paredes de estilo babilónico,
sombrÃas y olvidadas glorietas
de hiedra tallada y flores de piedra,
y muchos, muchos maravillosos templos
cuyos imposibles frisos entrelazan
la viola, la violeta y la vid.
Resignadas bajo el cielo
reposan las aguas melancólicas.
Tanto se funden las torres y las sombras
que parecen péndulos en el aire
mientras que desde una altiva torre en la ciudad
la muerte atisba hacia abajo desde su enormidad.
Allà las tumbas abiertas
bostezan sobre las olas luminosas,
pero no sobre las riquezas que yacen
en cada ojo diamantino del Ãdolo
-los muertos alegrementes enjoyados no
tientan las aguas desde sus lechos;
pues no se rizan las ondas, ¡ah!,
en este desierto de cristal-
Ningún temblor sugiere que los vientos
están en algún mar lejano y feliz.
Ninguna ola sugiere que los vientos han estado
en mares menos espantosamente serenos.
¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allÃ!,
como si las torres se hubieran apartado,
sumergiéndose lentamente, la cansada marea,
como si sus cimas débilmente hubieran dejado
un vacÃo en el brumoso cielo.
Las olas tienen ahora un tono rojizo
respiran desmayadas y lentas.
Y cuando ya no hay lamentos terrenales
baja, baja esta ciudad hasta donde se quedará eternamente.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
le hará reverencias.
Edgar Allan Poe. (1809-1849).
Oliver
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