De mi libro "Cuentos para Manuela... y otros chicos también!"

CAMPANILLA AZUL

 Era una flor azul de enredadera. Pero a la vez, era una campanilla muy curiosa y quería viajar; por eso un día tiró del tallo, se desprendió de su rama y cayó suavemente sobre un montón de pasto que el dueño de la casa donde estaba, había cortado esa tarde. ¡Casi va a parar al tacho de la basura!, cuando de un salto, ayudada por un soplo de viento, salió corriendo y se arrojó a una canaleta del desagüe. El agua la llevó rápido y tranquila hasta un desnivel del patio donde se había formado lo que a ella le pareció una laguna, flotó como si fuera un pequeño barco, estaba tan linda... que se le subió una "vaquita de San Antonio" roja con manchitas negras.

Y así pasearon un rato hasta que llegaron a la otra orilla de ese breve mar casero. El bichito se tiró de un brinco a los pastos verdes y frescos. Y Campanilla Azul pensó que ese era el final de su viaje. Pero no. Quedó en la vereda sobre el borde de un cantero, cuando acertó a pasar por allí Mariana, que venía del almacén. Tenía ocho años y casi pasa de largo cuando vio la flor...

– ¡Qué linda para llevársela a mamá!- pensó.

 Y allá van Mariana, manteca, mermelada y flor...

 A mamá le encantó pero a ella no, porque fue a parar a un florero; estaba apretada entre unas margaritas blancas que para colmo eran bastante chismosas y empezaron a preguntarle quién era y de dónde venía porque de este jardín no la conocían...¡y qué se yo! Menos mal que a la hora de ir a la escuela las manos de Mariana la rescataron –con un manojo de margaritas, claro– para llevárselas a la "Seño Alicia".

 Y allá iban a la escuela, Mariana, mochila y flor...

 A Campanilla le encantaron los chicos, pero el timbre para entrar al aula la asustó tanto que pegó un salto así de grande y del vaso se cayó!.  Lo peor del caso... es que nadie la vio.

Estuvo toda la tarde debajo del escritorio viendo pasar zapatos; medias blancas; zapatos; medias rojas; zapatos; medias blancas... y hasta aprendió la tabla del 2!...

Cuando todos se fueron se sintió muy sola y perdida.

– ¿Y ahora dormiré aquí, sin luna ni estrellas, cerrada en un cuarto?- pensó.

Pero no, entró una señora y un escobillón. Cantaba despacito "Manuelita vivía en Pehuajó, pero un día se marchóoo"... la, la la..." cuando de repente la sacó de su rincón debajo del mueble, con el escobillón. Cuando terminó de barrer y levantó la basura, entre papeles pegotedos de caramelos, figuritas recortadas, pedacitos de tiza, migas de masitas, etc; etc, ¡allí

estaba Campanilla Azul! un poco maltrecha pero enterita y con mucho coraje todavía...

Como la señora estaba ¡tan cansada! no tuvo ganas de ir hasta el tacho de basura y arrojó lo que llevaba en un rincón del patio, cerca del aula de 7º grado.

– Bueno, dijo la flor esta noche dormiré aquí y mañana me voy. Soñó con mariposas y una linda canción.

 Llegó la mañana con un sol radiante y a eso de las nueve, la flor despertó. Desayunó las gotas de rocío que estaban a su alrededor y pensó en deslizarse buscando la puerta pero ¡sorpresa mayor! ¡No podía moverse! ¿Qué le pasaba a su pequeño tallo, se había atascado?. Pues, ¡no!, durante la noche le habían crecido unos piececitos de esos a los que las personas les dicen "raíces". Y no podía irse.

Pasaron los días y ella crecía... crecía... entre otras plantas muy verdes que la protegían y la abrigaban.

 Pasaron ¡dos años!... y aquí termina el cuento de Campanilla Azul (todos sabemos que de un pequeño gajo no viene una enredadera, pero este es un cuento y para más ¡de una flor azul!...)

 El caso es que hoy Campanilla no sólo sabe la tabla del 2 sino que, asomada a la ventana del aula mayor, mira los chicos y con ellos ¡está aprendiendo un Programa de Computación!!