GENIO Y FIGURA DE REYNA

Poco se imaginaban aquellos rancios y poderosos nobles castellanos que urdieron la falaz leyenda acusatoria sobre la falta de legitimidad de Dª Juana, hija del rey Enrique IV, a la que desprestigiaron con el mote de “la Beltraneja”, para romper la línea sucesoria a la corona desviándola hacia la hermana del rey, la infanta Isabel, dulce, adolescente y aparentemente sumisa y manejable,  que aquella temerosa y dócil joven había de transformarse, bajo la corona y el cetro real de Castilla, en la REYNA DE REYNAS, que les puso a todos de rodillas bajo el poder de su majestad y el ejército de su belicoso esposo Fernando de Aragón…

Desde el primer día en su reinado y de su “auto coronación”,  su genio y figura de reina fuerte y mandadora, deslumbrando al “mundo mundial” con su imagen y presencia de Reyna (escrito con Y griega que es como ella firmaba).

Ejemplos hay en los documentos de los cronistas de su época guardados en el archivo del Palacio de Medina del Campo.

Un ejemplo: La primera de esas apariciones públicas, estudiada con sicología y representada con la mejor puesta en escena el día de su “auto coronación” el 13 de diciembre de 1472, aun caliente el cuerpo de su hermano el rey Enrique IV fallecido en Madrid, y sin esperar siquiera la llegada de su esposo D. Fernando:

“…. Al abrirse las puertas de Alcázar de Segovia, entre batir de tambores, cortejos, pendones y trompetas, apareció la Reyna montada en un caballo blanco alazán; rica la montura de gemas, guarnecido su caballo de brocados de oro.  Con porte erguido y orgulloso, en su cuello esplendían rubíes y diamantes. Vestida de los pies a la cabeza de pieles blancas de armiño, sus ojos azules miraban complacidos la muchedumbre que la admiraba deslumbrada, mientras los palafreneros segovianos, ataviados con antiguo atuendo, llevaban de la brida al blanco alazán ¡Con qué brío volteaban las campanas!

Tras ella, a un lado Andrés Cabrera, alcaide del Alcázar. Al otro, el arzobispo de Toledo, deslumbrante de púrpura y oro portando armadura toledana. Detrás de ellos sus leales caballeros.

Los segovianos, boquiabiertos, miraban a ambos lados de las calles el paso de la Reyna con gritos de ¡Viva la Reyna!

El  paso del cortejo real era lento, para dejar que la admirasen, sonriendo ante sus gritos.

Tras ella sus nobles, con grandes collares de oro y pedrería, las autoridades segovianas, portaestandartes, cornetas, tambores y músicos.

Delante de la comitiva, en un impresionante caballo, un paje llevaba desenvainada la espada de la Justicia de los Reyes de Castilla, símbolo del poder de la joven Reyna que con 23 años, vestida de blanco sobre un caballo blanco, ya significaba que tenía poder sobre la vida y la muerte de sus súbditos.

Tras él, dos pajes portaban un almohadón con la corona del Rey San Fernando de Castilla.

Llegados a la plaza donde se había instalado un estrado ricamente adornado con tapices, la Reyna ascendió majestuosamente a él, lentamente, con seguridad, y se sentó con real compostura en el trono preparado.

El heraldo gritó: ¡Castilla, Castilla, Castilla por el Rey don Fernando y su esposa doña Isabel, la Reina Propietaria de estos Reinos!

Gritos, campanas ondear de banderas, tronar de lombardas y arcabuces… “

Después, el largo besamanos celebrado en la Catedral, con una Reyna auto coronada a la que NADIE osó ponerle una traba….

Su Corte, la Corte de Castilla y León que acabaría siendo la de España después de la conquista de Granada, fue la más poderosa, rica y lujosa de esa época. Envidia de todos los Reinos de Europa...

Original de Conchita Ferrando ( Jaloque)