Este cuento, tan breve, fue un encargo publicado en la Revista "Amagredos" en 1999, de la Sociedad Micológica de Castilla - León

 

Alicia en el País de la Oropéndola

 

   El lamento procedía de un claro en el bosque de abedules. Podía confundirse con el viento de otoño entre las ramas, pero no. Era una bellísima Amanita muscaria, caída entre las hojas secas, quien lloraba amargamente. Ni el resplandeciente color escarlata de su sombrero, ni la blancura de sus laminillas radiales bajo el mismo, ni la tesura de su talo, bastaban para hacerla feliz. Algo terrible le había ocurrido.

-"Alguien ha cambiado el cuento -se quejaba- ya ahora estoy aquí, abandonada, mientras Alicia corre por los caminos de detrás del espejo, mordisqueando trocitos de mi carne, creciendo y creciendo por encima de los abetos, o encogiéndose hasta desaparecer entre las flores del prado, persiguiendo a ese absurdo Conejo Blanco, sin saber que soy yo, la Oropéndola loca, quien llena de vértigo y aventura su historia".

   Lloraba y lloraba la Amanita y, cuanto más se quejaba, más roja y luminosa aparecía su pamela, inundando el bosque con su luz.

-"Si al menos, alguien le dijera a la Oruga que fuma en pipa que avise a Alicia... Hay que devolverme al cuento porque si no, cuando aparezca la Reina de Corazones dirá: ¡Que le corten la cabeza al intruso que ha cambiado la historia".

   Entre las copas de los árboles aparecieron unos enormes cristales redondos enmarcando unos ojos malhumorados, y una voz alterada concedió:

-"¡Está bien "matamoscas"! Deja ya de gimotear. El Conejo Blanco llevará un ramo de flores blancas mágicas, y Alicia encontrará a la Oruga fumando su pipa sentada sobre tu hongo. ¡A ver cómo te las arreglas para dosificar tus efectos maravillosos y sacarla del lío en que se va a meter!" Y dicho esto desapareció.

(Seguramente Lewis Carrol tampoco estaba muy seguro de cómo sacar a Alicia de allí sin revelar ciertos secretos valiosos acerca de los enteógenos). En la primera versión, Alicia olfatea las flores blancas cuando se le caen al Conejo (alucinógenas), posteriormente "autocensurada" para evitar complicaciones sustituyendo el autor las flores por los guantes blancos del Conejo.

Conchita Ferrando de La Lama

Miembro de la Asociación Nacional de Escritores

 

 

 

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